jueves, 9 de abril de 2015

Mis delirios contra la homofobia

¡Hola libro-adictos!

¿Qué tal esa vuelta a la rutina después de las vacaciones? Espero que todos hayáis cargado las pilas y llevéis la semana con una buena energía. Esta semana, bueno en realidad este mes entero, va a ser bastante agobiante para mi... es el último mes de carrera y eso se nota. Esta semana no he podido traeros una reseña pero no quería dejaros colgadas así que os voy a dejar un relato corto que escribí para un trabajo de clase, era un ejercicio de vocabulario por lo que la mitad de las palabras no es léxico que uso habitualmente, pero aun siendo un trabajo lleva un cachito de mi y de mi forma de pensar.
No se si estáis relacionados con la situación de los homosexuales en Indiana, donde su gobernador decidió aplicar una ley en favor de la discriminación homosexual apelando a las creencias religiosas, según esta cualquier comercio o establecimiento podría negarse a atender a una persona homosexual por "atentar contra sus creencias religiosas". No es que este sea el caso más llamativo sobre homofobia que haya surgido, tenemos que tener en cuenta que hay países que castigan la homosexualidad con penas de cárcel o incluso penas de muerte. Lo que no entiendo es que sigan apareciendo noticias de este tipo en lugares como Estados Unidos, y que se permita que un gobernador (que debe mirar por la conformidad de su estado) ataque y discrimine a parte de su población.
Así como habéis visto mi opinión es clara en este asunto y por ello en honor a toda esa gente que sin razón alguna es discriminada os dejo mi relato corto. Espero que os guste libro-adictos y perdonadme por la mini charla política-noticiaria que os he pegado.

La venda


    Gabriel provenía de una familia católica, apostólica y romana, que creía vehemente en los escritos sagrados y en la Iglesia. Era la típica familia que iba todos los domingos a misa, bendecía la mesa antes de comer, y rezaba por la salud de todo el vecindario. El personaje más destacable de todos era Nana, la abuela de Gabriel, una anciana entrañable que no comprendía la mitad de las cosas de las que su nieto hablaba, y a todo respondía con un Dios dirá o un Dios te guarde. Nana es la que peor recibió la noticia, y no lo entendió hasta que lo pudo vivir en sus propias carnes. Gabriel, su Gabriel, criado entre oraciones y salmos, era un desviado, como lo llamó ella.
    Como puede comprenderse, la noticia no fue muy bien recibida en casa, la familia comenzó a tratar de manera diferente a Gabriel; y la situación empeoró cuando Gabriel conoció a Joseph, o Josh como le gustaba que lo llamaran. Aun así la calma se mantuvo en casa, y para Nana, Josh solo era un amigo, eso sí, especial.
    El domingo, 28 de enero, fueron todos a la capilla del convento de Santo Tomás de Aquino, donde acudían cada año en memoria del santo. Ese año Gabriel invitó a Josh. Nana se sentía dichosa de ver a su nieto feliz. Josh era un gran chico, y parecía preocuparse por Gabriel.
    El párroco comenzó a dar su discurso, y al observar a la pareja, cambió su sermón y empezó a hablar sobre los pecaminosos caminos de la desviación, y citó palabras como degeneración, pedofilia, enfermedad o prostitución; e incluso llegó a definir la homosexualidad como un plan macabro para exterminar a la humanidad. Nana que escuchaba con incredulidad, se sentía insultada. Había pasado más de dos meses en compañía de Josh, y ciertamente su nieto no era todo aquello de lo que el párroco le acusaba. Por eso poniéndose en pie Nana paró el sermón y respondió: «Tú, con qué derecho hablas de algo que por ignorancia temes, quién te ha conferido esa tarea. Antes me hubiera creído cada palabra, pero ahora sé la verdad. No debemos desempeñar el papel de opresores con aquellos que eligen tomar un camino distinto al nuestro, pues bastante arduo es llevar una etiqueta ante el mundo por ser diferente. Mi nieto jamás será un enfermo o un degenerado, es la persona más respetable y con más talento que podrán conocer». Dicho esto Nana se levantó, y mirando al resto de los devotos con desdén, arrastró a su familia con ella a la salida. El párroco impasible continuó su sermón.
    Nana fue implacable, jamás había hecho una muestra de afecto tan valiosa como esa a nadie. Y Gabriel se dio cuenta de que aunque la iglesia continuara con esa venda opaca que intentaba imponer a la gente, su Nana y el resto de su familia no se la volverían a poner.


Espero que os haya gustado el relato y la entrada de hoy. La solución a todos los conflictos: tolerancia y respeto.

Nos vemos pronto libro-adictos hasta entonces ¡A leer se ha dicho!

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